Etimológicamente, la astrología es definida por el diccionario de la RAE como “el estudio de la posición y del movimiento de los astros, a través de cuya interpretación y observación se pretende conocer y predecir el destino de los hombres y pronosticar los sucesos terrestres”. A tenor de esta definición, los astrólogos serian aquellas personas que practican la astrología, es decir, individuos que consideran que el cosmos puede ayudarnos a poner un poco de orden en nuestro caos particular y arrojar así algo de luz a la comprensión de la existencia humana. Dicho esto, seguramente te preguntaras por que GEO, una revista que gusta definirse como vehículo de conexión entre el mundo científico serio y riguroso y la sociedad, decide llevar a su portada una disciplina tachada de pseudociencia, cuando no de pura superstición. Lejos de la imagen caricaturizada y seguramente equivoca que los medios de comunicación solemos ofrecer de ella, la astrología puede presumir al menos de un extraordinario poder de seducción sobre el hombre en todas las épocas y lugares. Primeras referencias al saber astrológico las encontramos ya en las obras de Ptolomeo, y su presencia es incuestionable en el tejido social y cultural de multitud de civilizaciones, entre las que por supuesto no debemos excluir la occidental. Lógicamente estos aspectos no justifican su entrada en el Olimpo de las ciencias, pero por que negar una primera aproximación epistemológica a sus planteamientos? En nuestro dossier analizamos las causas de la fascinación humana por las constelaciones del zodiaco, sus orígenes y evolución, tratando así de mostrar sus posibles valores sustanciales. Juzgue usted mismo.