Posible Fundamentación Astronómica del Punto Vernal como comienzo del Año Astrológico
Como todos sabemos, el Año Astrológico comienza cerca del 21 de marzo, cuando en el hemisferio norte se produce el equinoccio de primavera. Esta particularidad ha sido cuestionada por los adversarios de la Astrología aduciendo que, si de equinoccios se tratara, con el mismo derecho se podría emplear al equinoccio de primavera para el hemisferio sur, es decir, que bien podría utilizarse también el 21 de septiembre como inicio del Año Astrológico. Tal cuestionamiento sería irrefutable cuando se piensa que la Astrología occidental ha sido elaborada en el hemisferio norte y, por lo tanto, se tuvo en cuenta precisamente al 21 de marzo como inicio del Año Astrológico por cuanto en tal fecha, el Sol pasa de la latitud sur a la latitud norte. No obstante, los datos que se desarrollarán a continuación podrían fundamentar astronómicamente la razón de la elección del equinoccio de primavera del hemisferio norte para el comienzo del Año Astrológico de una forma bastante convincente. Pero antes de entrar en el tema, nos es preciso definir al llamado “Punto Aries” o “Punto Vernal”.
En astronomía, se denomina “Punto Aries” o “Punto vernal” al punto preciso de la eclíptica a partir del cual el Sol pasa del hemisferio celeste sur al hemisferio celeste norte, lo que ocurre cerca del 21 de marzo (iniciándose la primavera en el hemisferio norte y el otoño en el hemisferio sur). En dicho punto, los planos del ecuador celeste y la eclíptica se cortan en una recta, que tiene en un extremo el punto Aries o “Punto Vernal” y en el extremo diametralmente opuesto el punto Libra (véase la figura 1).
Ahora bien, la figura anterior está diseñada desde el punto de vista geocéntrico y nos es preciso (para aclarar la cuestión) complementarla con otra figura elaborada desde una vista heliocéntrica (ver figura 2).
Como se puede apreciar en la figura anterior, mientras que en los solsticios la Tierra puede estar más o menos alejada del Sol (cosa que se aprecia con mayor claridad en el afelio y en el perihelio), en ambos equinoccios la Tierra está más o menos equidistante del Sol. Tal particularidad astronómica de los equinoccios es la que aducen los que defienden la “equivalencia” de los dos equinoccios a la hora de elegir uno u otro como pieza clave para el comienzo del Año Astrológico. Tal “equivalencia” ha dado pie a la creación de la denominada “Astrología Austral”, según la cual, el Punto Aries para el hemisferio sur comienza cerca del 21 de septiembre.
Sin embargo, existe una importante diferencia astronómica entre ambos equinoccios que podría fundamentar la elección del 21 de marzo como fecha del Año Astrológico. Veamos los datos en cuestión:
Tras nueve años de arduos experimentos, el profesor Giorgio Piccardi (químico y físico italiano nacido en 1895 y fallecido en 1972) pudo demostrar que la Tierra invierte su velocidad en determinados meses del año. Tales experimentos consistían, básicamente, en lo siguiente: Tres veces por día y siempre a las mismas horas, Piccardi disolvía cloruro de bismuto en agua y lo colocaba en varios tubos de ensayo, observando su velocidad de sedimentación. Al mismo tiempo, hacía idéntico experimento con un tubo de ensayo encerrado en una caja de cobre. A lo largo de esos nueve años, Piccardi pudo descubrir que en ciertas épocas del año ambos tubos precipitaban a la misma velocidad, y que en otros períodos el precipitado del tubo encerrado en la caja de cobre caía a mayor velocidad que el precipitado formado en el tubo ubicado en el ambiente del laboratorio.
El experimento en cuestión se repitió nada menos que 257.400 veces y, en mayor o menor medida, Piccardi recibió la colaboración de 16 centros de investigación, repartidos por distintos países de Europa, África y Japón.
Al examinar la forma en que variaba la velocidad de precipitación a lo largo del año se comprobó que, año tras año, se presentaba un mínimo muy acusado en torno al 21 de marzo. Tras analizar la combinación del movimiento del Sistema Solar en dirección a la constelación de Hércules y el movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol, se llegó a la conclusión que la causa procedía del centro de nuestra galaxia. Y es que precisamente cerca de cada 21 de marzo, la Tierra se dirigía directamente hacia dicho centro y con una velocidad máxima de unos 162.000 km. por hora.
La razón de tal comportamiento químico era, entonces, rigurosamente astronómica: Durante los meses de marzo y abril, la velocidad de la Tierra en la Galaxia es de entre 45 y 60 kilómetros por segundo (en dicho período, la sedimentación ocurría más rápido), mientras que en septiembre y octubre es de entre 18 y 22 kilómetros por segundo (en dicho período, la sedimentación era más lenta). Esta era precisamente la causa que determinaba la menor o mayor precipitación del bismuto en el tubo de ensayo.
Para aclarar un poco más la situación, durante los meses de marzo y abril, la Tierra viaja en la misma dirección en que viaja el Sol, en su órbita, en dirección a la estrella Vega de la Constelación de Hércules. En dichos meses, el Sol “arrastra” (por así decir) a la Tierra, dándole el impulso gravitacional que hace que ésta alcance su mayor velocidad en la Galaxia. Sin embargo, en septiembre y octubre, la Tierra invierte su dirección de movimiento, viajando en sentido contrario al de la ruta que lleva el Sol, quien provoca un “bloqueo” en nuestro planeta, lo cual produce que éste alcance su menor velocidad en la Galaxia.
Este sensacional descubrimiento fundamentaría la razón astronómica de elegir al equinoccio de primavera del hemisferio norte como comienzo del año astrológico, y llevó al ingeniero José Alvarez López (ver “Misterios Egipcios”) a afirmar la siguiente reflexión: “Este es, pues, el comienzo de la Astrología científica, un viejo sueño humano que empieza a tornarse una realidad de laboratorio. Es posible que la historia de la ciencia considere algún día a Piccardi como el ‘Galileo’ de la Astrología”.
Alberto Pietrafesa