En el pasado, la astrología interpretó los emplazamientos planetarios como una especie de dato inamovible, como la forma en que estamos hechos. Del Sol y de la Luna se dice, por lo tanto, que representan las características esenciales que definen de forma irrevocable la personalidad individual. Pero cualquier factor astrológico es también un proceso, porque cuando se lo ve a través de la lente de la penetración psicológica, el ser humano no es algo estático, sino que se mueve a lo largo de la vida en un proceso interminable de cambio y evolución.
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