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LAS ESTRELLAS FIJAS Y LAS CONSTELACIONES
En todas las tradiciones y escuelas astrológicas, el Medio Cielo, la intersección de la eclíptica con el Meridiano superior del lugar, juega un papel fundamental.
El M.C. representa el concepto básico de “cumbre de la vida”. Si en la Casa IV se asientan las raíces y el origen, en la X vemos su futuro, éxito, profesión, dignidad, reino, destino, fama, notoriedad, autoridad, poder, negocio, empleo, crédito, reputación, autoridad, etcétera.
En un sentido más psicológico, significa aquello por lo que nos gustaría ser recordados –su posición elevada tiene que ver con la ambición de llegar muy alto, de llegar a los cielos, de ser recordados eternamente-, así como el camino de la trascendencia, el de elevar las cualidades del alma.
Según la astrología lunar china, en la cúspide del MC se produce un “tirón energético” desde el Gran Atractor, que es hacia donde se debe dirigir el nativo para orientarse armónicamente con su propio destino.
Desde tiempos tan antiguos como los de la Edad del Bronce, encontramos que el cálculo del paso por el MC de algunos astros fue importantísimo: en Stonehenge tenemos prueba de ello ya que, además de su uso probablemente ritual, es un observatorio desde el cual medir la culminación o lunasticio mayor de la Luna, así como los solsticios y la posición en el meridiano de ciertas estrellas fijas que les servían para ajustar el calendario agrícola.
La primera prueba escrita que tenemos acerca de la importancia que tienen los astros que culminan, la tenemos en las tablillas Mul-Apin, en las hay un listado de ciertas estrellas que están culminando al tiempo que otras aparecen por el horizonte.
Estas estrellas del MC se llamaban “las estrellas Ziqpu” y para localizarlas, había que proceder así: “Para observar las Ziqpu, permanece de pie por la mañana antes del alba, el Oeste a tu derecha, el Este a tu izquierda, cara al Sur” (Tablilla I, columna 10 -12).
ATENCIÓN, se trata de observar el Medio del Cielo unos 45 minutos antes de amanecer (con el Sol a 12º por debajo del Ascendente)
En el antiguo Egipto, el día estaba dividido en 24 horas, de las que doce correspondían al día y otras doce a la noche.
Aunque en invierno hay menos horas de luz y la noche es más larga (y al contrario en verano), ellos seguían dividiendo a partes iguales sus horas de noche y día, si bien la duración de las mismas cambiaba.
Para el cálculo de las horas nocturnas, asunto fundamental para el culto y las ofrendas, se calcularon las horas por medio de los decanos, es decir por grupos de estrellas que ascendían cada hora durante diez días consecutivos. (3 grupos estelares x 12 signos/meses/lunaciones = 24 horas)
Dichos decanos son, indudablemente, el origen de nuestros actuales decanatos.
El cálculo de la ascensión o la puesta de una estrella no presenta mucha complicación: se trata de observación a simple vista. El momento en cuestión estará señalado por la aparición o desaparición por el horizonte de determinada estrella.
Pero, debido a la gran extensión del país del Nilo, hay gran diferencia entre los paralelos geográficos, por lo que las ascensiones y ocasos de horizonte varían mucho entre al Alto y el Bajo Egipto, entre Memphis y Abu Simbel, y los sacerdotes de todo el país debían realizar los ritos al unísono,
pronto comprendieron que el grupo estelar que ocupaba el MC durante el decano –su semana de diez días- era el mismo para todo el meridiano del valle del Nilo, de modo que ya en la época ramésida (1.300 a.C.) se unificaron los “relojes siderales” a partir de las estrellas que culminaban, es decir, del decano que ocupaba el Medio Cielo o Meridiano superior
y para calcular las culminaciones estelares de meridiana norte-sur, lo hacían utilizando unos instrumentos rudimentarios pero muy ingeniosos: el bay y el merkhit.
El nervio de una hoja de palmera y una plomada.
Se han encontrado textos egipcios en los que se relaciona el decano que culmina en el MC con enfermedades, ciudades, metales, minerales y tiempo meteorológico.
Adela Ferrer